domingo, 6 de octubre de 2013

RECREANDO LA HISTORIA

                        Ayer, sábado 5 de octubre, aprovechando que tenía una actividad académica en Talca (recuerden que yo vivo en Curicó), decidí aceptar la invitación de mi amigo Fernando Valle y viajar a Linares, donde se había planificado un “Campamento de Instrucción.” La agrupación de recreacionistas en que participa fernando ha desarrollado el tema de la compañía de cazadores del batallón Nº 3 “Arauco”, sucesor de la “División Volante del Sur” con que el coronel Freire invadió Chile por el paso del Planchón en 1817. Aunque un poco posterior a la Patria Vieja, el tema militar es similar, por lo tanto llegué pasado el mediodía a la salida de Linares hacia “El Pejerrey,” donde estaba el terreno en que se haría la actividad.
                        Luego de los saludos y presentaciones de rigor, mientras algunos se ponían sus uniformes de trabajo, se distribuyó el rancho: Charquicán (hecho con charqui). Yo había almorzado, pero probé este plato típico (para los extranjeros: Se cuecen papas con zapallo y se muelen. Se fríen cebollas picadas con sal, ajo, orégano y ají de color. Otros aliños a gusto del furriel. Sobre este sofrito se fríe la carne molida o charqui picado y luego se integra y revuelve con el puré de papas y zapallo), lo habían recalentado en olleta de fierro y servido en plato de greda con cuchara de madera… ¡Estaba muy bueno!, me arrepentí de haber sacado tan poco, pero los soldados estaban muy hambrientos y la olleta quedó vacía mientras conversábamos de historia, batallas, como confeccionar uniformes, cartucheras, shacós, etc.
                        Después del rancho se procedió a armar el campamento, levantando dos tiendas de campaña de lona, con vientos de cáñamo y estacas de madera (Francisco P. había leído que se podían usar clavos de fierro, así es que algunos clavos de ferrocarril ayudaron a la tarea). Lo más llamativo para mí, como “periodista extemporáneo” fue ver al espíritu de camaradería de los recreacionistas (ya todos vestidos de época): Cada uno cumplía con alguna labor específica, se ayudaban mutuamente y cumplían los pedidos de los demás sin chistar. Nada de “¡Aquí mando yo!”, ni “¿porqué no lo haces tú?”, ni “ahora te toca a ti”. Realmente, se empezaba a vivir la camaradería militar. Todos trabajaban tras un objetivo común… En este ambiente el campamento quedó levantado en poco tiempo si se consideran los medios utilizados (nada de tiendas “Iglú”, ni sacos de dormir térmicos, ni velcro, nylon, plástico, ni herramientas multifuncionales).
                        Con los últimos retoques al campamento salieron a relucir los fusiles y ya no pude seguir siendo observador. Entre las réplicas estaban dos “Charleville” y se me fueron las manos y no pude evitar hacer algún manejo de armas y esgrima de bayoneta… Luego de recuperar la compostura (sudoroso y con el aliento entrecortado), reasumí mi papel de observador y el pelotón de cazadores se preparó para entrenamiento en el campo. Vean algunas fotos:
 
Descansando después de bajar los equipos del auto. Ya se empiezan a ver uniformes de época

Las generosas porciones de charquicán. La olleta alcanzó justo a saciar el hambre de 5 soldados y un corresponsal

Este cabo 1º tenía vajilla de madera.

La primera tienda de campaña es levantada.

El interior de la tienda de campaña. ¡Espero que los haya protegido de los 4ºC de temperatura que hubo esa noche!

El campamento ya toma forma. Han desaparecido los elementos del siglo XXI y los fusiles descansan en pabellones.

Se ha izado la bandera (de la Patria Nueva), marcando el final de los trabajos de acampar. Los soldados visten su uniforme completo.

Formados para iniciar la instrucción, de izquierda a derecha: Francisco Perez (arquitecto); Francisco Figueroa (estudiante secundario); Jorge Miethke (productor de T.V.); Guillermo Valle (eventos turísticos) y Fernando Valle (profesor de historia).

En marcha al campo de instrucción.

Desplegando en orden abierto.

La táctica de escaramuzadores: Fomados en parejas, mientras un soldado recarga el fusíl, el otro dispara o espera, con el arma cargada, que se presente un blanco.

Escaramuzadores aprovechando el terreno para tirotear al enemigo a cubierto.


                        Después del duro entrenamiento de orden abierto o escaramuzadores, los recreacionistas volvieron al campamento y les comuniqué que me debía retirar. Ya me habían invitado al asado a la parrilla que prepararían para cenar, en la cual pensaban “¡Tomar como granaderos!”, pero yo me había rehusado, por lo tanto mi “pasaje de salida” fue vestirme como cazador: De todas partes surgieron piezas de vestuario y equipo y… saquen sus propias conclusiones.

 



















                        El camino de vuelta a Curicó se me hizo muy corto. Además de repasar los recuerdos de una agradable actividad, mientras manejaba a 120 km/hr. por la cómoda doble vía de la ruta 5, no pude dejar de pensar en nuestros soldados de la guerra de independencia. Aun con la sensación fresca en el cuerpo del uniforme de paño (100% lana); con el pecho aprisionado por el doble correaje ajustado por el peso de la cartuchera y la bayoneta; el peso del shacó con refuerzos de cuero y, especialmente del fusíl que con la bayoneta debe pesar más de 5 kilos, no pude dejar de compadecer y admirar a los soldados que debían recorrer caminos de tierra, tragando e inhalando polvo, con todo ese peso, sumado a sus morrales y cantimploras, para luego tener que luchar por sus vidas... Debo reconocer que esta corta experiencia de recreacionismo me acercó mucho más la realidad histórica que los años de investigación que he realizado en archivos y museos. Ahora puedo comprender que cada soldado que vistió uniforme (de cualquier bando) y cargó un fusíl en marchas de días y semanas fue un héroe. Creo que los historiadores que livianamente interpretan nuestro pasado y catalogan a tal o cual ejército de mala calidad, o que los soldados no cumplieron con su deber o critican las deserciones, deberían al menos un día ser recreacionistas, estoy seguro que sus juicios serían mucho menos severos y comprenderían que no hubo malos soldados, fallaron los comandantes, los civiles que debían proporcionarles los elementos necesarios y los políticos que los mandaron a luchar. El bando que perdió no fue el que tenia peores soldados; triunfó el que tenía mejores…  

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