miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL 18 DE SEPTIEMBRE DE 1813

                        Hoy mi rutina para conmemorar la instalación de la Primera Junta Nacional de Gobierno ha sido bastante relajada: regalonear un poco en cama; un trote suave después de un desayuno viendo la inauguración de las ramadas y el Tedeum (las mismas noticias se repiten una y otra vez en todos los canales); almuerzo de empanadas con un buen tinto (Curicó es un paraíso en el que abundan las hermosas mujeres y una excelente variedad de vinos) y luego una siesta como la que dormían mis abuelos… Con María de los Ángeles hemos empezado con los arreglos hogareños de primavera y no tenemos intenciones de visitar las ramadas aún… Mientras arreglaba la maquina de cortar pasto me puse a pensar en como los chilenos celebramos nuestra “chilenidad” bailando cumbias colombianas y tomando pisco peruano (fabricado en Chile) con Coca-Cola estadounidense: la "piscola". La "chelita" es la versión nacional de la cerveza alemana. Es cierto que se ven muchas mas cuecas que en mi juventud y que el “Terremoto” (vino blanco con granadina y helado de piña) es un híbrido nacional que ha reemplazado al whisky, ron y tequila, pero así y todo me es difícil sentir que se conmemora el nacimiento de mi nación asistiendo a una fiesta que es similar a cualquiera que se realice en el país en cualquier época del año. Lo único que cambia es un poco la escenografía, pero las comidas, bebidas y bailes… siempre lo mismo. De todas maneras, y como en todas las fiestas, se pasa ¡muy bien! y, como para pasarlo bien no es siempre necesario pensar: ¡A disfrutar chilenos, que el mundo no se va a acabar, pero podría!
                        Sin embargo, antes de ir a las ramadas a perder unos cuantos miles de neuronas y células hepáticas, me traté de imaginar qué estaba pasando en el país hace 200 años y esto es lo que quiero compartir con ustedes:
                        El sábado 18 de septiembre de 1813, en el Monitor Araucano Camilo Henríquez publicó un “Discurso en el aniversario de la instalación del Nuevo Gobierno” cuyos párrafos finales fueron los siguientes:
                “Estamos en estado no sólo de aprender a ser libres, sino de pelear por la libertad, y de conquistarla. Jamás será libre un pueblo en que no resplandezca el interés: sin desinterés no hará más que pasar de tiranía en tiranía. Sin desinterés se prefiere el engrandecimiento propio al bien público; el engrandecimiento de las familias a la utilidad y gloria del Estado. Todo esto debe tratarse más extensa y detenidamente. La libertad se conquista por la fortaleza y firmeza del Gobierno unidas a la sagacidad; por la disciplina de las tropas; y por la disposición del pueblo a hacer sacrificios. Lo primero prueba carácter y grandeza de ánimo en la administración; lo segundo honor, a la fuerza armada; lo tercero generosidad, bizarría, ilustración, y pundonor popular.

                        El gobierno, más preocupado de la guerra y de como quitar el mando del ejército a la familia Carrera, trasladó las celebraciones oficiales al 22 de septiembre, día en el que la aristocracia y el pueblo de Santiago concurrieron a varios servicios religiosos durante la mañana y la tarde. También se sortearon las 50 madres, viudas e hijas de soldados caídos en acción que recibirían un socorro económico del gobierno.
                        En el sur, la guerra no mostraba indicios de una pronta resolución. El ejército independentista se recuperaba del desastroso Sitio de Chillán distribuido en tres núcleos aislados entre sí por las guerrillas realistas: El coronel Juan de Dios Vial se había retirado de Cauquenes hacia Talca, dejando a las guerrillas de Olate dueñas de los campos del sur del río Maule hasta Quirihue. En el centro, la división de Juan José Carrera se preparaba para retirarse de Quirihue y fortificarse en El Membrillar. Esta maniobra debía realizarse bajo el acoso de la guerrilla de Clemente Lantaño que extendía sus operaciones de Quirihue a Coelemu. En Hualqui, el coronel O’Higgins se mantenía en observación de la guerrilla del coronel Ildefonso Elorreaga que dominaba toda la Isla de Laja y que prolongaba sus incursiones desde Yumbel a Nacimiento. José Miguel Carrera concentraba en Concepción con los restos de la Primera División que se había retirado de Chillán. El grueso del ejército realista estaba en Chillán bajo las órdenes del coronel Juan Francisco Sánchez, quien envió al capitán del Valdivia, Manuel Lorca a ocupar La Florida, mientras los milicianos realistas de Arauco, dirigidos hábilmente por el teniente coronel de milicias Manuel Martínez, cerraban el cerco de Concepción ocupando San Pedro y toda la ribera sur del río Biobío.
                        A pesar de la comprometida situación militar, el general Carrera se dio ánimo para celebrar en Concepción “con todo el aparato posible el aniversario de nuestra regeneración” con una misa de acción de gracia en la Catedral y una cena bailable en su casa, a la que asistieron numerosos invitados de ambos sexos, quienes mantuvieron el jolgorio hasta las 8 de la mañana siguiente. A esta fiesta no pudo concurrir el teniente Bernardo Barrueta que salió con 40 fusileros a reforzar al teniente Juan Felipe Cárdenas que se retiraba de La Florida.

                        No he encontrado datos de lo que ocurría en Coquimbo, la tercera provincia de Chile, pero los abundantes donativos a la causa independentista y la lejanía de la pasiones anti-carrerinas de la capital, hacen suponer que debe haberse realizado el habitual servicio religioso y alguna cena encabezada por el gobernador coronel Tomás O’Higgins.
                 Con respecto a Valdivia y Chiloé… bueno, eran enclaves realistas, así es que el 18 de septiembre de 1813 fue un día más…

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