RECUERDOS
DE CINCUENTA AÑOS
Luego
de leer el comentario de Alfredo Fuentes en la entrada “Recreando la batalla de
San Carlos” y revisar su blog (guerrerosaustrales.blogspot.com) sentí
curiosidad acerca de qué se encuentra en la WEB respecto a los wargamers
chilenos. La verdad es que existen pocos sitios y la explicación la dan los
mismos blogeros: El poco desarrollo del hobby en Chile y la limitación en la
oferta de figuras casi exclusivamente a la escala 1/72 de plástico.
Sin
darme cuenta me encontré rememorando mi propia trayectoria en el desarrollo del
modelismo militar y los wargames. Mis recuerdos me llevaron hasta los 4 años y
entonces me di cuenta que casi han pasado 50 años en que he ido casi “a pulso”
descubriendo y desarrollando un hobby que hoy, gracias a internet, está al
alcance de la mano.
Es
por este motivo que decidí parafrasear a Vicente Perez Rosales y contar mi
historia a los wargames chilenos. Pido disculpas a los interesados en la Patria
Vieja, pero es posible que mi experiencia, aunque fuera de tópico les sirva de
estímulo o, al menos, los entretenga.
LOS AÑOS 60:
Mi
interés por la historia militar fue un verdadero “Reto al Destino”. En mi
familia, la experiencia de nuestros antepasados militares fue más bien
traumática: Incorporarse al partido carrerino durante la Patria Vieja la tuvo
al borde de la desaparición y tuvo un costo económico que escarmentó duramente
a los Benavente. Con la excepción de Diego
José que incursionó en la política,
todos se aislaron en sus campos para velar por su estabilidad económica. Mi
padre salió del campo para estudiar psicología, ingresó al partido socialista y
se casó con mi madre, educadora de párvulos y Normalista (los antiguos sabrán lo que significa), por lo tanto:
radical. En un ambiente de reforma universitaria y de reivindicaciones sociales, no recuerdo haber
oído mencionar la palabra “soldado”, sin embargo, mi primer contacto con lo que
significa la milicia fue fortuito y a los 4 años de edad:
Acompañé
a mamá a comprar a la Plaza Perú en Concepción y nos encontramos con una
formación de cadetes de la Escuela Naval que se estaba preparando para rendir
honores (no recuerdo a qué). La música militar y la marcialidad y disciplina de
los cadetes mientras marchaban hasta su posición de alto me impactaron. El
silencio posterior me permitió observar sus impecables uniformes con pantalones
blancos que destacaban el negro de los fusiles Mauser y el brillo de las
bayonetas. Al silencio siguieron órdenes ininteligibles que eran seguidas por
secos y precisos movimientos de armas. Me maravilló la forma en que cada cadete
formaba parte de un todo que semejaba un cuerpo con vida propia… Entonces sentí
en mis hombros las cálidas manos de mi madre que me presionaban en un
inconfundible gesto de apoyo, protección y…¡¡¡BAAAMMM!!! La descarga fue
seguida por alaridos de terror, llantos de niños, risas nerviosas y el tintineo
de los casquillos en el pavimento. Espantado miré a mamá que sonreía (después
me dijo que sabía que iban a disparar, por eso me sujetó más firme) y luego…
¡¡¡BAAAMMM!!! Esta vez el tintineo en el pavimento fue casi musical y me
entusiasmó la calma de los cadetes que entre el olor a pólvora, los gritos y
llantos, maniobraban sus fusiles con una calma que contrastaba con la batahola
reinante y los hacía ver como los únicos (además de mi mamá) que dominaban la
situación. La tercera descarga la contemplé extasiado y estaba en una nube de
emoción cuando se retiraban estos “Superhombres” al compás de la marcha de los
Nibelungos… Así empezó todo, y como pueden ver lo recuerdo nítidamente. Luego
vino la larga espera hasta mi cumpleaños para que me regalaran mis primeros
soldados de plomo, que eran figuras semiplanas de cadetes de la escuela
militar. Mi padre, siempre pacifista, prefirió regalarme la banda completa,
algunos soldados con fusiles y unos pocos con uniforme rojo y pickelhaube
disparando… Pero yo quería que mis soldados me defendieran de “los malos” y los
instrumentos eran sofisticadas armas que penetraban las armaduras de los
enemigos (piezas de ajedrez). En estos combates épicos los cadetes fusileros
perdieron las puntas de sus fusiles y quedaron armados de “metralletas
recortadas”. Desde entonces me olvidé de autitos, triciclo, futbol, etc. Y solo
buscaba soldaditos… mi colección se incremento con algunos rechonchos
americanos de bakelita y unos “multipose” que hice con plasticina armados con
fusiles de fósforos hasta que en 1966 mi papá fue a hacer un Magister a la
universidad de Minessota. Nosotros lo acompañamos y vivimos en Minneapolis,
donde la oferta de figuras era inimaginable para un niño del Chile de esos
tiempos.
Mis primeros soldados de plomo. Fueron y volvieron de EEUU |
Como
había pocos soldados que comprar en Chile, mi mesada se iba en los comics
“Trinchera”, “U2” y “S.O.S.” que relataban historias fundamentalmente de la
segunda guerra mundial (WWII). Por lo tanto, en gringolandia (que era entonces como
es chilito ahora del punto de vista del comercio establecido), mientras mis
papás hacían las compras de supermercado yo me iba a los juguetes y ajustaba mi
mesada a los soldados (generalmente 54 mm) de esa guerra que podía comprar,
hasta que en una visita al Mall “Plaza Apache”, en una juguetería encontré los
soldados AIRFIX 1/72 que comenzaron a luchar en mi caja de arena (mi primer
terreno de juego) junto a figuras de mongoles y vaqueros GIANT.
Tenía
un amigo: Glenn Rank, que compartía la afición y le encantaba la bandera
chilena de mis soldados de plomo (así como la costumbre de la once –le decían
eleven- y el pan amasado por mi mamá), también jugamos un wargame de tablero
tipo “WAR” que me hizo empezar a pensar que un dado era menos peligroso para
mis soldados que las bolitas o los elásticos.
Los primeros AIRFIX que tuve
|
Cuando
nos veníamos, me llegó una caja con soldados de la guerra de independencia de
EEUU (AWI) que había encargado con un cupón de un comic. Alcanzamos a jugar
poco con ellos y volví al desierto del wargame chileno. La familia de Glenn se
trasladaba ese mismo año (parece que a New Jersey) y me anotó su dirección en
la caja de una alcancía que me regaló. Por desgracia esa caja desapareció en
alguno de los órdenes y aseos de mi mamá… Pero no dejo de recordar a Glenn y
siempre lo busco en las fotos de convenciones de wargames, quizás algún día…
LOS AÑOS 70:
La
falta de figuras poco a poco fue desplazando mi interés de los juegos de guerra
hacia el ajedrez, lo que no impidió que le encargara soldados a una tía que,
recibida de Tecnología Médica, fue a hacer una estadía en Arica. En esos
tiempos en Tacna se encontraba de todo y el “Matute” era una institución, como
ocurre siempre que hay restricciones a las importaciones. Así, me llegaron unos
confederados y caballeros cruzados en 54 mm de la marca Timpo Toys. Estaban
fuera de mi época de interés (WWII), pero eran bonitos y también fueron
victimas de mi pistola lanza-elásticos, sin embargo, el ajedrez seguía ocupando
mi tiempo libre hasta que… vi la película “Waterloo”
de Sergei Bondarchuk y Dino De Laurentis. Las masivas formaciones
de vistosos uniformes me re-encantaron y desempolvé los soldados azules y rojos
de la AWI. Obviamente debía pintarlos, pero también eso era tarea difícil. La
témpera no agarraba el plástico (y se desprendía de mis cadetes de plomo, que
aún sobrevivían, aunque solo en harapos), así es que compre lo único
disponible, esmalte Tricolor en tarritos de 125 cc (los más chicos de las
ferreterías). Pero no habían pinceles finos, por lo tanto debía usar
mondadientes, lo que sumado a que debía mezclar colores, porque la oferta era
limitada, significaba manchar todo. Después de la primera sesión de pintura mi
mamá debió limpiar con aguarrás piso, cortinas, cubrecama, baño y toallas. No
me retó, pero su cara seria y sus resoplidos mientras me fregaba la cara y
manos (¡hasta los codos!) fueron una advertencia muy eficaz. Las próximas
sesiones de pintura eran ritualísticas: Me ponía ropa vieja destinada al campo,
manguillas y unos guantes viejos de cuero de mi mamá que me quedaban grandes.
Luego empapelaba con diarios el piso y la cama, corría las cortinas y
comenzaba. Al terminar, dejaba las figuras pintadas en la ventana, sobre un
diario limpio, cerraba los tarros cuidando de limpiar los chorros de pintura y
luego envolvía mondadientes y todos los diarios manchados. Sobre el montón
dejaba guantes y manguillas. Al día siguiente, cuando el esmalte estaba seco
(Si, demoraba un día entero en secarse) botaba los diarios y guardaba el equipo
y pinturas.
Este es el cupón que encontré en un comic (parece que David Crocket) No sale la marca, pero en www.plasticsoldierreview.com dicen que son GIANT. |
Las distintas figuras, los números de cada una se ven en el cupón. El tamaño es aproximadamente 28 mm, excepto el "minute man" que es 25 mm como los AIRFIX. |
LOS AÑOS 80:
En
1977, a los 17 años me fui a Santiago a estudiar medicina en la Universidad de
Chile (si, en Concepción hay universidad, pero era adolescente y la U. de Chile
era LA UNIVERSIDAD DE CHILE), le
gracia me costo bajar 8 kilos en 2 meses, fumar 15 a 20 cigarrillos al día, una
gastritis crónica por las trasnochadas apuntaladas con café y arrancar de golpe
y brutalmente los últimos vestigios de la despreocupada infancia que hasta
entonces había disfrutado. Estudié mucho. Afortunadamente había Toque de Queda,
asi es que los carretes duraban hasta la 1 de la noche y se podía llevar una
activa vida social (desde las 20:00 hrs hasta la 1:00 son 5 horas en las que se
puede hacer mucho) y mantener un desempeño académico adecuado, pero olvídense
de pasatiempos. Recién en el tercer año de la carrera la presión disminuyó y
empecé a encontrar que tenía tiempo libre y al año siguiente (1980) comencé a
visitar las tiendas de hobbies que disponían de una amplia, pero limitada oferta
de maquetas y soldados. Ahí encontré nuevamente los soldados AIRFIX 1/72, pero
por tomar lo que había, volví a los tanques y soldados de la WWII. Pero mi
presupuesto era limitado y nuevamente empecé a pensar en reproducirlos en
plomo. Esta vez tomé los AIRFIX de la Guerra civil americana (ACW) y los hundía
en yeso para luego tallar el yeso dándole forma a la matriz hasta la línea de
separación del molde original. El problema es que era tedioso y era inevitable
dañar el original. Un día se me ocurrió meter el original en plasticina y
modelar la pasta con una herramienta casera, luego verter el yeso, sacar la
plasticina, pintar con aceite de motor y verter la otra cara de la matriz de
yeso. El resultado: ¡¡Éxito!!... pero era tarde, ya debía entrar al internado y
de nuevo el tiempo era limitado. Me conformaba jugando en solitario o con un
amigo de la universidad un juego de tablero que era un Wargame que inventé
usando un reglamento y organización de los ejércitos basado en la guerra
Franco-Prusiana (no recuerdo porqué elegí este período, pero era entretenido).
Terminé
mi carrera y luego volví a Concepción a hacer una beca de especialización (7
años en Santiago fueron suficientes para escarmentarme), me casé y empecé a
trabajar en el hospital de Santa Cruz (Sexta Región) en marzo de 1987.
LOS AÑOS 90:
Luego
de un par de años de aclimatación a mi nueva vida de profesional y jefe de
familia, nuevamente empecé a disponer de algún tiempo y… dinero. En ocasiones
me entretenía armando tanques, que pintaba con témpera y luego los barnizaba
(si hubiera sabido esto antes, mis cadetes
hubieran recuperado sus uniformes), también armé algunos soldados de 54
mm, pero esta vez usé acrílicos (¡¡nunca más esmaltes!!). También compré una
“Enciclopedia” de modelismo donde salían técnicas de pintura y… ¡Oh, sorpresa! Como
reproducir figuras usando la técnica del medio molde con plasticina, pero con
silicona en vez de yeso. En un viaje a Santiago vi en una librería la revista
“Military Modelling” y me suscribí a ella. Mes a mes aprendía nuevas técnicas
de pintura, transformaciones y de historias de unidades napoleónicas, por lo
que nuevamente retomé el rumbo de las guerras del “Caballo y Mosquete”, sin
embargo a Chile no llegaban ni el Milliput, ni siliconas, ni las magníficas
figuras que aparecían en la revista. En 1990 me trasladé a Curicó y pude
comprar por correo (Aún no había internet) un kit para hacer matrices de
silicona y reproducir soldados en plomo. Simultáneamente, a través de Military
Modelling supe de Terry D. Hooker, especialista británico en los ejércitos de
América Latina y editor de la revista “El Dorado”. Mantuvimos un agradable e
interesante contacto epistolar y esto me derivó a mi
actual interés: La Guerra de Independencia de Sudamérica.
Terry
me enviaba gratuitamente las ediciones de El Dorado a cambio de información del
ejército de Chile (Histórica, no se trata de espiar el estado actual de las
FFAA). Esto me hizo buscar en bibliotecas (afortunadamente ya habían
fotocopiadoras), revistas, libros que ya había olvidado, etc. A pesar de todo
lo que le envié, incluyendo un par de artículos (uno publicado) de
investigación, creo que sigo estando en deuda con Terry. No tengo dudas de que
sin su impulso, ni la “Crónica Militar de la Patria Vieja”, ni este Blog
existirían. Ya con un proyecto definido, empecé a modificar figuras
napoleónicas AIRFIX y ESCI para representar unidades chilenas, logré hacer
algunas figuras en plomo antes que se me acabara la silicona y a pintarlas. Ya
a mediados de los ’90 internet era una realidad y con ella entraba a conocer la
magnitud de un hobby que había desarrollado en solitario… Pero ya esto se
prolonga mucho. En otra entrada completo estos “Recuerdos…”
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