VACACIONES EN EL BÁLTICO (ENTREGANDO EL
TESTIMONIO)
No tiene mucha
justificación demorarme nueve meses en subir una nueva entrada a este blog y,
más encima, con un encabezado totalmente fuera de tema… En realidad, a los
interesados en la Patria Vieja o los Wargames les recomiendo no perder más
tiempo y “goglear” en otros sitios de su interés. Solo deseo ordenar mis
pensamientos los que, como podrán intuir por el enigmático título, están
bastante dispersos. Espero que al final todo tenga sentido para mí (es mi
método de estudio: escribo y al leer tengo una perspectiva más completa del tema)
y para quienes tengan la paciencia de seguir mis elucubraciones.
Aprovechando que mi hija
Francisca fue a Alemania por un trabajo de su universidad, decidí que podíamos
ir a buscarla y conocer los países que rodean el mar Báltico que hace tiempo
han despertado mi curiosidad por varios motivos: Dinamarca, por su sistema
económico comunitario (sin ser socialista) y ser uno de los pocos ejemplos en
que la mayoría de la población se sacrificó por una minoría (salvaron a la
inmensa mayoría de los judíos daneses durante la IIWW transportándolos en
secreto a Suecia. De los 400 deportados a los campos de concentración, murieron
solo 51. El gobierno danés mantuvo contacto con los prisioneros, enviándoles
suministros y cubriendo, en lo posible, sus necesidades, lo que explica la
relativamente baja mortalidad); Suecia por su alto estándar de vida
(nuevamente, me intrigaba su socialismo-capitalista, que me recuerda la famosa
frase de Nicanor Parra “la izquierda y la derecha unidas, jamás serán
vencidas”) y su solidaridad con los exiliados chilenos del ’73; Finlandia que
miramos con envidia por su sistema educativo, además de su heroica y eficaz
defensa contra la agresión soviética de 1939; las nuevas repúblicas bálticas:
Estonia, Letonia y Lituania… eran mi mayor interés: No podía comprender, cómo
estas pequeñas repúblicas resistieron la “sovietización” por más de 50 años,
manteniendo su identidad nacional con una fuerza tal que reconstruyeron sus países,
pudiendo ingresar a la Unión Europea en apenas 12 años; por último, Polonia… la
trágica y heroica Polonia.
El viaje comenzó en
Berlín; estuvimos en un hotel de la ex zona soviética, que conserva aún
diferencias con la ex zona federal que ya conocía; esta vez fuimos a Potsdam al
palacio de Sans Souci, donde está enterrado Federico el Grande junto a… ¡su
caballo y sus perros!. En esta época de reivindicaciones de género habría sido
derrocado antes de lograr su primera victoria militar… las vueltas de la
historia.
Dinamarca es, como todos
los países visitados muy limpio y ordenado; para un chileno es chocante entrar
en un puerto donde no hay olor a pescado, basura acumulada, ni manchas de
aceite en el mar… es irreal. Los campos están bien cultivados y, a diferencia
de lo que pensaba, las extensiones de los potreros son grandes y se ven pocas
casas. Al parecer las cooperativas agrícolas son más comunitarias, pero tendré
que estudiarlo en otra ocasión. La gente es amable, pero correcta, es decir se
conserva la distancia y se respetan los horarios. Las sonrisas son escasas,
pero uno se siente seguro interactuando con ellos, que se esfuerzan por
comprender y hacerse entender. Nos tocó presenciar la celebración del fin del
año universitario, actividad que refleja, a mi modo de ver, a toda la sociedad.
Recuerden como son los “Mechoneos” en Chile y comparen: Cada curso contrata un
camión del ejército que lo decoran con flores y lienzos con chistes y su
identificación de carrera y universidad. Los estudiantes se ponen un gorro
blanco de marinero con visera y se suben junto a muuuchos barriles de cerveza.
Recorren las calles de Copenhague cantando, saludando y gritando… cada vez más
alto e ininteligible a medida que se van vaciando los barriles de cerveza.
Terminan en una plaza, bañándose con ropa en una fuente. Cantan, bailan y luego
se suben al camión y se van… a los pocos minutos llega otro camión y así sucesivamente.
Lo pasan bien, toman hasta reventarse y… casi no molestan a nadie.
En Suecia los campos
cultivados son más escasos, predominan los bosques y, bastantes abundantes en
medio de los campos, las industrias y fábricas… sorprendente para alguien
acostumbrado a los cordones industriales que apestan las periferias de las
ciudades. Estocolmo es una ciudad con muchos museos y mucho comercio. Por
suerte estuvimos 2 días: El primero acompañé a las compras de las mujeres, pero
aproveché de probar el famoso pastel de la reina (en general el Báltico no es
para hacer turismo gastronómico, aunque me encantó la cerveza, especialmente la
danesa) fumando mi pipa en un café y vi el partido de Suecia vs. Suiza en la
calle. Esa tarde, después del triunfo de Suecia, vi por primera y última vez en
todo el viaje, a la gente sonriendo y hablando en voz alta en la calle (como
dirían los intelectuales de la pelota “cosas del fútbol”). Al segundo día ellas
me acompañaron a los museos. El Museo Militar fue un hito importante: Es muy
completo, interactivo y … anti-belicista. Comienza con un diorama a tamaño
natural de tres chimpancés (de tamaño adulto, es decir 1,60 mts de estatura)
matando salvajemente a otro chimpancé y unos pasos más allá, una cabeza nuclear
real… α y φ, el principio y el fin de la especie. Me impactó el mensaje: Está
en los genes, la idea es la misma, la sofisticación de la civilización, solo
estiliza los colmillos y las manos empuñadas, no puede transformar nuestros
instintos, los que no son más que expresión de nuestra bestialidad. Luego de un
rápido paso por la sala de la Edad Media, está la de la guerra de los 30 Años.
Nuevamente los dioramas escala 1:1 con figuras de cera (no los maniquíes de la
mayoría de los museos) muestran los horrores de la guerra: Un campamento con
huérfanos vestidos con despojos de uniformes, soldados famélicos, mujeres
desgastadas y un hombre botado tras una carpa sudoroso y pálido (excelentes
figuras) muriendo de peste. En otro diorama, una anciana desdentada corta un
trozo de carne de un caballo en evidente estado de putrefacción y grita a un
perro flaquísimo que no suelta su bocado… La guerra… todo aquello que me asquea
y me bloquea en mi hobby ahí, frente a mí, y al lado, el ejército de Gustavo
Adolfo en un diorama 1/32, con la caballería en las alas, los mosqueteros en 3
líneas y los piqueros flanqueándolos en un hermoso despliegue. Lo heroico
frente a lo atroz… Nada de héroes que mueren cantando la canción nacional,
sonriendo abrazados a la bandera, ni marchas militares que “inflaman el
patriotismo”. Este es el tipo de museos que deben visitar los niños y
adolescentes para mostrarles lo que se esconde tras el fanatismo e
irresponsabilidad de pseudo-líderes que llaman a ¡¡Luchar contra... lo que
sea!!. Y los hombres (y mujeres) marchan a la guerra… y su sufrimiento se
olvida, los líderes vencedores y su séquito disfrutan de las ganancias y los
perdedores rumian la venganza… para volver a empezar.
No voy a
cansar a quien siga leyendo con el resto del excelente museo, solo referiré dos
cosas. Al final está la reproducción, con los objetos reales de un soldado
sueco destinado como fuerza de paz en Bosnia, de su cuarto. Nuevamente llevando
la guerra a la experiencia personal del soldado. Por último, me había extrañado
ver en la sección de souvenirs un erizo (el mamífero) con uniforme sueco: Es el
símbolo del ejército sueco y representa su doctrina de ser solamente una fuerza
de defensa, sin ninguna pretensión ofensiva a pesar de su avanzada tecnología.
Luego de una
noche a bordo de un transbordador, llegamos a Finlandia. Los finlandeses son
gente de sonrisa fácil y encantadores. En una feria callejera de Helsinki le
pregunté a un vendedor si podía fumar mi pipa en ese lugar. Me miró sorprendido
y me dijo que por supuesto, que todos fumaban allí. Había dado un par de pasos
hacia otro puesto, cuando el vendedor me llamó y saliendo de su negocio me dijo
en ingles “Señor, usted es el primero que pregunta si se puede fumar, ¡gracias,
es usted una buena persona!”… ¡casi me lo creí!, pero reaccioné y le contesté
que el suyo era un país muy agradable y no quería molestar a nadie. La verdad
es que es muy agradable. Comimos “comida rápida” en la calle: Salmón y arenques
a la plancha (¡frescos!), con verduras y papas salteadas. Entregan el plato de
cartón con una servilleta encima y una advertencia: ¡cuidado con las
gaviotas!... efectivamente las gaviotas andan revoloteando y pueden dejarte con
el plato vacío… Las pobres tienen que robarle a los turistas, porque no hay
pescados pudriéndose en el suelo en ninguna parte… ¿Les dije que estaba en un
puerto?.
Después de
almorzar fuimos a la isla-fortaleza de Soumenlinna (Svaborg en sueco), donde se
tiene la oportunidad de caminar por dentro de un submarino de la WWII (solo
sala de torpedos, máquinas y dormitorio de maquinistas) y visitar el museo del
ejército centrado justamente en la participación de Finlandia en la WWII.
Completísimo, con dioramas 1/72 de un “Motti” soviético y un bunker 1:1 de la
línea Mannerheim. Además de uniformes, armas, hasta un tanque Vickers con la
cruz gamada finlandesa… para estar un par de horas, pero el tiempo era reducido
y tuvimos que correr bajo la lluvia para ver las murallas costeras y mojar las
manos en el mar Báltico.
Un nuevo
crucero en transbordador nos llevó a Tallin y comenzó nuestra visita a las
repúblicas bálticas. Aunque muy diferentes en cuanto a origen étnico y cultura,
las tres tienen una historia moderna, con respecto a su relación con la Unión
Soviética, similar y referiré mi impresión general: Luego de un corto período
de independencia, de 1918 a 1939 fueron incorporadas a la Unión Soviética y,
tras la WWII, sufrieron un rápido proceso de “rusificación” con cientos de
miles de estonios, letones y lituanos deportados a Siberia y la inmigración
masiva de rusos que coparon la administración estatal y los mejores puestos de
trabajo (de acuerdo a los estándares soviéticos). Se suprimieron las lenguas
nativas y el ruso, con el alfabeto cirílico, fueron impuestos como lengua
oficial. Si bien hubo resistencia armada
(los “Hermanos del bosque”, cuyos últimos efectivos fueron apresados en 1975!)
esta fue mínima… pero la identidad nacional no se perdió. ¿Cómo?: ¡Cantando!...
¡Si! Sin derramamiento de sangre (ya habían muerto suficientes mártires),
mantuvieron sus tradiciones cantando canciones folklóricas (en Estonia, por
ejemplo hay más de 2 millones registradas). Una vez al año se juntaban 20.000 a
30.000 personas en un festival que reunía coros de todo el país, cuyos
integrantes ensayaban todo el año. En los festivales debían cantar el himno de
la Unión Soviética y canciones comunistas, pero después que se iban los
representantes del partido comunista, cantaban en su lengua materna sus
canciones… En los ‘80 ya se reunían más de 100.000 personas y en 1989 se formó una cadena humana de Tallin a
Riga y Vilnnus, uniendo las capitales de las tres repúblicas (más de 600 kms.,
con casi 2 millones de personas). Después de esto los acontecimientos se
precipitaron, hubo referéndums, elecciones libres y, finalmente la declaración
de independencia. El caso de Estonia es destacado. Existía un partido
pro-soviético (formado por rusos y sus descendientes) que trató de retomar el
poder invadiendo con 5000 manifestantes el congreso. No dudaban que si eran
desalojados por la fuerza, darían un pretexto a Moscú para invadir el país y
retomar el poder. Sin embargo el pueblo estonio respondió al llamado radial de
sus congresistas y comenzó a rodear el edificio del congreso. Se juntaron más
de 200.000 personas que cantaban a su independencia. Los pro-soviéticos quedaron
aislados y tuvieron que renunciar a sus peticiones, pero no sabían cómo salir. Se
les prometió seguridad y, efectivamente, la multitud les abrió un pasillo, por
el cual caminaron sin recibir ni un insulto, ni golpe. ¡que ejemplo de
civilización!. Nadie tiró una piedra, ni desgarro su garganta en chillidos
histéricos escondido tras la seguridad del anonimato de la masa. Esta escena la
vi en video y, comparándola con las manifestaciones de nuestros heroicos
chilenos encapuchados, sentí una vergüenza tremenda (la misma que me embargó
cuando vi a los japoneses haciendo cola para obtener suministros esenciales después
del tsunami y se contrastaba con los saqueos vistos en Chile después del
terremoto de 2010)… Ya tenía la respuesta a la pregunta que me llevó a las
repúblicas bálticas… no necesito escribirla, es evidente.
En Riga, capital de
Letonia, tuvimos la suerte de ver en pantalla gigante puesta en una plaza uno
de estos festivales de la canción: Es una actividad de toda la tarde hasta
altas horas de la noche (bueno en verano, prácticamente no hay noche). Todos
los coros, con sus trajes típicos regionales forman un coro inmenso, de miles
de personas, que se van renovando, al igual que el público, durante todo el
día. Todos cantan las mismas canciones, dirigidas por directores destacados (a
juzgar por los aplausos que los recibían. He de reconocer que mi letonio es
nulo). En un momento se hizó la bandera y se cantó la canción nacional: Todos
se pusieron de pie y entonaron un himno precioso, como un lamento que se va
suavizando hasta terminar en un canto de esperanza. No sé si la emoción que
sentía (Ojos anegados de lágrimas y nudo en la garganta me tenían medio
desestabilizado) me sugestionó, pero así lo sentí. De nuevo la comparación con
nuestra canción nacional chillada en los estadios de futbol fue un contraste
desagradable.
Desgraciadamente la
estadía en Varsovia fue corta… y lluviosa, pero la guía local hizo un speech
frente al monumento en memoria al holocausto que resumió lo que andaba buscando:
Chilenizándolo dijo “otra cosa es con guitarra”. Es fácil criticar y moralizar
si no se entiende o se es incapaz de empatizar con aquellos que despreciamos por
conductas que nos parecen deleznables. Es fácil decir con desprecio “denunciaron
a un judío escondido en un departamento”, pero ¿qué ocurría se ese judío era
descubierto por los nazis?: Todos los habitantes del edificio iban directo a
los campos de concentración, lo que era una condena a muerte lenta. ¿Quién en
su sano juicio arriesga a sus hijos a una muerte segura?. ¿Proteger a su
familia es un crimen de lesa humanidad?. Por supuesto que hubo quienes lo
hicieron y los consideramos héroes, pero en la población mundial, los héroes son
tan escasos como los psicópatas: 1-2%. El 99% de nosotros debemos tomar
decisiones difíciles, guiadas por nuestro instinto y la conservación de la
especie (familia) es el más fuerte. Volviendo al caso danés, la historia fue
distinta, porque los daneses evacuaron a los judíos antes de que tuvieran
necesidad de esconderse; tuvieron la sabiduría de comprender que si no actuaban
inmediata y decididamente, el problema se iría haciendo cada vez más difícil y
se verían expuestos a situaciones sin salida.
Bien, he terminado y
ahora he de reordenar mis pensamientos y prioridades. Mi tiempo libre se verá
disminuido en estos meses (ahora, a fin de mes se publica la última edición del
Harrison, mi “biblia médica”) y no sé qué haré con él. Termino con el título de
esta entrada: Debo entregarle el testimonio de la carrera por divulgar la
Patria Vieja y la independencia de Chile a las nuevas generaciones, más
decididas e impetuosas, sin dudas que frenen su andar y llenos de nuevas ideas.
Finalizo con una lámina que me envió Sebastián Calderón. Personas como él,
Fernando Valle, Francisco y otros tienen la palabra…
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