EL 18 DE SEPTIEMBRE DE 1814
Al igual que el año pasado, la fecha me ha
motivado a revisar apuntes y referencias para recordar que pasaba en este país
hace 200 años. En algún momento me encontré frente a la TV cuando la alcaldesa
de Santiago decía su discurso inaugural de las “Fondas” del parque O’Higgins.
He de reconocer que Carolina Tohá me sorprendió con su alocución, en la cual
recorrió nuestra historia y analizó los comienzos de nuestra gesta
independentista en una manera que escapa a los consabidos sloganes chauvinistas
y lugares comunes acumulados en años de educación de historia en que la única
referencia parece ser el resumen de la historia de Chile de Castedo. Por otro
lado, en estos momentos hay un masivo retorno de santiaguinos hacia la capital, con los consiguientes
atascos de tráfico.
Es probable que muchos chilenos, nerviosos e
inseguros por el panorama económico, no hayan estado de acuerdo con las
palabras de la alcaldesa, debido al giro, lógico y esperado por lo demás, de
sus palabras hacia la contingencia
política actual. También es probable que los santiaguinos encerrados en sus
vehículos en la mitad de las carreteras piensen que este país no tiene remedio
y que no merecen pasar malos ratos originados en la falta de previsión o
dirección de la administración de turno. Sin embargo, si meditaran, o se
imaginaran en lo que pasaba hace 200 años, solo suspirarían y entonarían alguna
melodía de moda pensando que al final de la jornada igual podrán descansar bajo
techo y en una mullida cama. Efectivamente, dos siglos atrás, la situación era
mucho más inestable y el futuro estaba cubierto por nubarrones de incertidumbre
y temor:
José Miguel Carrera, escapando a la
persecución de sus enemigos políticos se había encaramado al poder a la cabeza
de una nueva Junta de Gobierno. Las primeras movidas de su segunda dictadura
fueron encarcelar y/o desterrar a sus principales opositores, lo que
gatilló la airada respuesta de la oficialidad del ejército del sur, que marchó
hacia la capital para restaurar el antiguo gobierno. El 26 de agosto, en Las
Tres Acequias, Carrera derrotaba a la vanguardia del ejército del sur comandado
por Bernardo O’Higgins. Pero no bastó que medio centenar de chilenos perecieran
en esta refriega; ambos ejércitos se preparaban para un segundo y definitivo
encuentro, cuando llegó un emisario del general Mariano Osorio informando que
los chilenos debían enfrentar un nuevo ejército enviado por el virrey del Perú
para restaurar el gobierno realista en Chile, deteniendo la locura fratricida.
¿Podían los chilenos celebrar el 4º
aniversario de la instalación de la
Primera Junta de Gobierno?... Dificilmente: Chiloé y Valdivia seguían siendo
enclaves realistas. Toda la provincia de Concepción, del Biobío al Maule había
sido sometida sin combatir a las autoridades realistas impuestas por Osorio.
Talca fue ocupada el 7 de septiembre y sirvió de base para reorganizar al
ejército realista hasta el 15 de septiembre en que marchó en demanda de la
capital. En Santiago, los realistas trataban angustiosamente de borrar de sus
semblantes la esperanza de dar término a 4 años de zozobra. Mientras, las
destempladas represiones de los carrerinos encabezados por el presbítero Julián
Uribe restaban al esfuerzo bélico independentista el concurso del grueso de la
aristocracia y del pueblo capitalino. ¿Quién podía celebrar en Chile el 18 de
septiembre?
En Coquimbo el gobernador Tomas O’Higgins
había sido sustituido por una junta en abril de 1814, la que persistía en
apoyar el esfuerzo bélico contra los realistas y así lo trató de manifestar en
un oficio enviado con José Moyano a Santiago (este oficio fue capturado por
Osorio después de Rancagua y fue la causa de la prisión y muerte de Moyano y de
la expedición de Elorreaga a someter Coquimbo y Copiapó). Es probable que a
pesar de las incertidumbres de la guerra, en La Serena se haya efectuado algún
tipo de celebración conmemorativa de la primera gesta emancipadora de Chile.
¿Alguien más podía celebrar?, Carrera escribe
en su diario:
“Septiembre 18 de 1814. Recibió O’Higgins 150 fusiles e igual
número de fornituras, que le mandé para que pudiese completar el armamento del
Nº 3. También le llegaron las herramientas que había pedido. Salió O’Higgins
con su división para Rancagua. En oficio de este día me dice: “El punto
de Rancagua es inexpugnable si se custodia como corresponde. Mándeme Ud. 1.000
hombres de infantería, 300 de caballería de fusil, igual número de Lanceros, la
culebrina de a 8 y el obús, y yo soy responsable de que el enemigo no penetrará
jamás”, etc. Todo es contradicción; el 14 con una cuarta parte del número de
la fuerza del enemigo, se podía hacer defensa de Rancagua, y a los cuatro días
ya necesitaba igual fuerza a la enemiga para sostener (como él dice) el mejor
punto de defensa que tiene Chile. No pensaba así el tonto, él quería esa fuerza
para oprimir a los que le desairaron en Maipú. Su obstinación y su deseo de
venganza, igualaban a su ambición. Descaradamente publican sus oficiales que
habían acordado sorprendernos y fusilarnos (hablo de los Carreras y sus
amigos) en la primera ocasión favorable que se les presentase después de unidas
las fuerzas. ¡Pobres! No lo habían pensado bien todavía, cuando fui enterado de
todo. Vivía prevenido y trabajaban contra ellos mismos.
El Capitán de artillería
don Antonio Millán salió con su compañía, fuerte de 80 hombres y 3 subalternos.
La tropa bien vestida, pagada y contenta; con ella relevó la que tenía la
primera división.”
La única preocupación era la guerra que golpeaba las puertas de la capital, que solo contaba para su defensa con un ejército desarticulado por la guerra civil. He
puesto en cursiva la parte que me parece fue escrita con posterioridad por
Carrera, cuando editó su diario en 1815. Aunque, en mi opinión, este párrafo no
fue escrito en 1814, si se revela un fenómeno que marcó toda la campaña de
Rancagua: Tanto Carrera y sus partidarios, como O’Higgins y sus partidarios
pensaban que si se derrotaba a los realistas la guerra civil se reanudaría y
que, a la primera oportunidad, espías pagados atentarían contra la vida de unos
y otros.
Así se vivía en Chile el último 18 de
septiembre de la Patria Vieja… para cientos de compatriotas este ambiente
enrarecido por los odios, temores y desconfianzas fue la causa de que antes de
dos semanas perdieran la vida… Las pasiones desenfrenadas de quienes debían
dirigirlos fueron la causa de que otros cientos de compatriotas antes de un mes
perdieran su hogar, familia, posesiones y su patria… Ellos sabían lo que se
avecinaba y por eso no pudieron celebrar…
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